David Valle Castillo, Gerente de Programas en Somos – CDC Honduras.
Ser defensor de derechos humanos en Honduras y, además, del colectivo LGBTI, es una vocación de alto riesgo. Algo que David Valle sabe demasiado bien. Hace dos años, el directivo del Centro para el Desarrollo y la Cooperación LGBTI (SOMOS CDC) fue víctima de un intento de asesinato del cual pudo salvarse in extremis. Hasta hoy, el crimen ha quedado impune, no ha sido resuelto, y junto a otros miembros de su organización, David sigue siendo víctima de una campaña sistemática de ataques públicos y físicos a pesar de que la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) estableció medidas cautelares a favor de SOMOS CDC.
Pero la situación en Honduras no solo es difícil para los miembros mas visibles del colectivo. El así llamado Triángulo Norte de Centroamérica (Honduras, Guatemala y El Salvador) es una de las regiones más peligrosas en la cual pueda vivir una persona LGBTI. Entre asesinatos, agresiones, violaciones sexuales, detenciones ilegales y la discriminación en el área laboral, educativa y de la salud; las violaciones a los derechos humanos de los LGBTIs son sistemáticas y cotidianas. Una situación que se ha complicado aún más con la proliferación de las maras y pandillas, muchas veces violentamente homófobas. Desde el 2000 y una de las más grandes preocupaciones de David Valle estos días es la situación de los jóvenes gays en esos barrios tomados por pandillas.
— David, ¿podrías contarnos en qué contexto viven las personas LGBTI en Honduras?
— El contexto para el colectivo LGTBI en Honduras es bastante adverso. Es un contexto excluyente que no permite que haya o exista un desarrollo para las personas LGTBI. Es un contexto totalmente violento porque desde la fecha del 2009 para acá tenemos alrededor de 347 muertos del colectivo LGTBI. De esas 280 muertes, el 90 por ciento de los casos no han sido resueltos. Y es un contexto desigual porque no hay legislación a favor de nuestro colectivo. No hay una ley prohiba la discriminación por motivos de orientación sexual. Además, no hay respuesta del Estado ante la situación de violación de derechos humanos de nuestro colectivo. No hay respuesta del Estado para resolver los casos donde se ha asesinado a nuestros compañeros y compañeras. La iglesia, también, metida dentro del Estado, tiene mucho poder. Es más fácil en este país que vengan los fundamentalistas a legislar o que se lea la Biblia en las escuelas públicas que alguien promueva una ley, política o reforma de la Constitución de la República que prohíba la discriminación por orientación sexual e identidad de género. Hay un dicho en nuestra sociedad: “Es mejor tener un ladrón o asesino que un homosexual”. En todas las familias, todos lo hemos escuchado. Entonces se puede ver desde ahí cómo se marca la desigualdad y el rechazo hacia el colectivo LGBTI.
— El contexto de exclusión hace que muchas personas LGBTI vivan en extrema pobreza con ninguna otra alternativa que el trabajo sexual para sobrevivir. Eso les pone en situación de mucho peligro, ¿no es cierto?
— Sí. El contexto hace que muchas personas LGBTI tengan que ejercer el trabajo sexual donde exponen su salud, donde sí se les paga más, no utilizan preservativo, etc. También, todas esas situaciones que se dan en la calle, en la noche, donde hay grupos organizados, como maras y padillas, tráfico de drogas,… hacen vulnerable al colectivo LGBTI. Corres peligro si estás trabajando en la calle y hay un tiroteo cerca. También, esas organizaciones de crimen organizado, las maras, venden drogas y te obligan a vender drogas o te obligan a prostituirte y que les des una parte del dinero y si no cumples, te matan. El nivel general de violencia en Honduras es muy preocupante.
— En el año 2000 comenzaron a proliferar las maras en Honduras. La capital económica, San Pedro Sula, se ha convertido en la ciudad más peligrosa del mundo ¿Cómo ha afectado esa evolución a las personas LGBTI?
— La mayoría de las personas LGTBI vivimos en barrios y colonias y los barrios y colonias están siendo tomado por maras y pandillas. Si la mara o la pandilla es prejuiciosa, es homófoba, tienes que salir de esa colonia. Te están desplazando, tienes que abandonar tu casa y tu familia. Y si no la abandonas, te matan. Pero no puedes ir de un lugar violento a otro lugar violento, sino que tenemos que buscar otra opción y muchas veces la opción es salir del país. Sin embargo, salir del país muchas veces significa exponernos a otro tipo de violencia. En los lugares o en los barrios donde se le permite al colectivo LGTBI vivir se exponen a las violaciones.
— Tú estás particularmente preocupado por la situación de los jóvenes gays, ¿no es así?
— Sí. Ahora tenemos jóvenes de 13, 14, 15 años abiertamente gays, pero que viven en un contexto de pobreza que les hace muy vulnerables. Esta situación en que, por un lado, eres muy joven y, por otro lado, eres muy pobre, te expone al trabajo comercial del sexo. Pero todavía no tienes las herramientas para protegerte y para negociar y te expones a las violaciones sexuales. Hemos conocido casos donde los jóvenes están siendo abusados sexualmente por mareros… con pistola en la cabeza. Puedes imaginarte el nivel de,… no sé cómo llamarlo, terror, que debe sentir esa persona al estar siendo violado con una pistola en la cabeza. ¡Es horrible! ¿Qué pasa con estas personas, con estos jóvenes? No pueden denunciar porque el contexto de violencia en que viven, no les permite denunciar por el temor no solo por su persona, sino por su familia. Mi experiencia es que a esos niños no les importa tanto su integridad, sino que les importan sus hermanos, su mamá y su papá. Y porque los mareros los tienen amenazados de matar a sus familias, no denuncian. Lo que pasa también es que a veces son asesinados por los mismos mareros. Como hay un prejuicio en relación con la homosexualidad, el marero que tiene relaciones sexuales con otro hombre obviamente se expone a ser objeto de burla o quizás de otro tipo de cosas dentro de la mara y por eso terminan matando a estas personas con las cuales están teniendo relaciones sexuales. Entonces es un contexto muy muy difícil.
— Como ya comentaste antes, migrar, en muchas ocasiones, es el único recurso para las personas LGBTI, ¿no es así?
— En estos últimos años, particularmente en los últimos tres años, muchas personas de nuestro colectivo están buscando salir del país. Es lo único que nos queda para tratar de mejorar las condiciones de vida en las cuales vivimos. Pero muchas veces pasamos de un país violento a otro. Estamos en el Triángulo Norte que incluye Guatemala, Salvador, Honduras y, más arriba, México, que también es un país muy violento. Entonces, estamos transitando por esos tres países igual de violentos que Honduras, con prejuicios iguales y nos estamos exponiendo a que nos asesinen en el camino o a que nos capturen y nos hagan objetos de trabajo sexual. Mucha de nuestra gente que vive con VIH esta saliendo del país, a pesar de su condición, sin poder llevar su medicación o seguir su tratamiento, exponiéndose a la muerte. En este país el colectivo LGTBI no puede tener desarrollo.
— ¿Cuáles son tus expectativas con respecto al trabajo de cooperación al desarrollo y en qué tipo de proyectos habría que invertir?
— La cooperación, al menos aquí en Honduras, invierte más en instituciones del Estado que no funcionan y que no están trabajando a favor de los derechos humanos de las personas LGBTI, pero que se están fortaleciendo con el dinero de la cooperación. El dinero hacia las organizaciones que realmente estamos trabajando por los derechos humanos se ha reducido progresivamente. Esa es una de las principales limitaciones.
En SOMOS CDC, los proyectos que están funcionando bien son los proyectos relacionados con el tema del acceso a la justicia. Estamos trabajando con operadores de seguridad para mejorar las condiciones de vida de nuestro colectivo. Hemos abierto algunos espacios, por ejemplo, con la Dirección de Investigación Policial. Ellos han sido muy abiertos y tienen toda la voluntad del mundo para trabajar bien y estamos estableciendo iniciativas interesantes juntos. También estamos trabajando en el tema del empoderamiento económico. Nuestro colectivo necesita mejorar sus condiciones de trabajo. Eso es uno de los pilares de nuestro trabajo. Tenemos ya empresarios que tienen sus pequeñas empresas o que han podido abrir un pequeño negocio, por ejemplo, un salón de belleza o una pequeña venta de servicios de fotocopias o servicios secretariales. El dinero que están ganado con esas empresas les está permitiendo cambiar su vida, y no solo la de ellos, también la de otros, de su pareja o de su misma familia, porque mucha de nuestra comunidad LGBT también son responsables de sus familias.