Micky durante la entrevista
Vivir lejos de la capital, el centro neurálgico del país y semillero de la revolución tunecina del 2011, puede suponer una dificultad extra para muchas personas. Un informe del Real Instituto Elcano del 2017 indica que Túnez fue el mayor exportador de yihadistas durante los años de mayor apogeo del ISIS (casi 5.500 combatientes), la gran mayoría procedentes de zonas rurales. La falta de medios en estos territorios ha recrudecido tanto en la últimos tiempos que en 2017 se batió el récord de tunecinos que migraron a Italia a través del Mediterráneo con casi 5.000 personas, según la Organización Internacional de Migraciones (OIM). En este contexto, la consecución de libertades plenas en pequeñas ciudades apartadas o pueblos más pequeños se antoja una empresa imposible.
Micky (nombre ficticio) lo sabe. Lo ha sufrido. Ahora, a sus 36 años, cuenta que procede de una zona rural, una pequeña ciudad por la que la revolución pasó a hurtadillas y con una marcada tradición religiosa de arraigo conservador. “Cuando descubrí que amaba a los hombres y no a las mujeres vivía en medio de ambiente muy conservador. Mi familia es muy religiosa, la gente en la calle… Yo me sentía como el único homosexual del mundo”, dice. Micky prefiere no revelar su verdadero nombre y que su rostro no sea revelado en ninguna fotografía. “Aunque no molestamos a nadie la ley nos prohíbe. Yo creo que todo el mundo debería tener derecho a ser libre, a controlar su propia vida, pero aquí no es posible”, afirma.
Dice Micky que es difícil ser homosexual en las ciudades más pequeñas y no sólo por la prohibición explícita del artículo 230 CP. Cuenta que en las calles, en los vecindarios o en las propias familias, la homofobia tiene raíces históricas que ahora resultan difícil de extirpar. El informe ‘Homofobia de Estado’, de la International Lesbian, Gay, Bisexual, Trans and Intersex Association (ILGA) recoge términos parecidos. El texto, que cifra en 72 los países que criminalizan la homosexualidad y en 8 los que la castigan con pena de muerte, califica como “sumamente peligroso” la expresión de la diversidad sexual en los países del Magreb, Marruecos, Túnez, Libia y Egipto y alerta del aumento de la presión sobre las minorías sexuales en estas naciones por el “incremento de la influencia y el control del movimiento islámico”.
Hace unos años, Micky mudó su residencia: por motivos laborales dejó su pueblo natal atrás y se fue a vivir a Túnez, la ciudad que comparte nombre con la nación. Su vida cambió cuando compró un ordenador para su nuevo domicilio, lo conectó a internet y descubrió que en su país había más gente en su situación. “Hablé con muchas personas que tenían los mismos miedos y problemas que yo. Una de ellas me dio su número, le llamé y nos vimos. Fue la primera vez que quedé con un hombre”, recuerda. Aquella cita fue el inicio de su doble vida: una en público con los compañeros de trabajo, sus amigos de infancia o su familia; y otra en privado con su pareja y con una intimidad amenazada. “Tengo que hacerlo así; yo no muestro que soy gay salvo con otros gays. Mi gente nunca aceptarían la verdad”, afirma.
El testimonio de Micky resulta fácil de verificar. Ali Bousselmi, cofundador y director ejecutivo de Mawjoudin We Exist, uno de las asociaciones LGBTI más importantes del país, explica que algunas personas, cuando hacen pública su orientación sexual, tienen que abandonar sus estudios o dejar su empleo. De la misma forma se expresa Mounir Baatour, presidente de Shams, la decana de las asociaciones LGBTI en Túnez, quien denuncia que, actualmente, 70 hombres y mujeres LBGTI viven en cárceles tunecinas como consecuencia del artículo 230 CP. “Sinceramente, creo que hay un 90% de probabilidades de que te discriminen por ser gay en Túnez”, cuenta Micky.
Pese a todo, Micky entona un discurso alejado del pesimismo. Cree que, aunque demasiado lento, hay un proceso en marcha, sobre todo a raíz del 2011, y que la aceptación y la tolerancia crecen en su país aunque a un ritmo insuficiente. “Envidio un poco los derechos civiles que se dan en otras partes del mundo, aunque pasito a pasito vamos a igualarnos. El artículo 230 CP va a ser abolido y quizás, en unos años, los jóvenes puedan mostrar su sexualidad sin problemas”, finaliza.